miércoles, 12 de noviembre de 2008

LICORILANDIA


Uno de mis lugares favoritos de abastecimiento etílico es esta tienda.
Un clásico. Abierta desde los primeros años 60 en el nº 30 de la calle León, en pleno centro de Madrid.
Solo su nombre, uno de esos oasis de incorrección política tan de agradecer en estos tiempos, y que invoca imágenes de tierras con lagos de ron, fuentes de tequila y árboles de cuyas ramas cuelgan toda clase de destilados
de alta graduación, ya podría ser suficiente para convertirme en un fiel cliente.



A pesar de lo reducido de su espacio, cuenta con un stock admirable y su selección de rones y licores poco habituales es muy interesante. Pero la verdad, poco que no pueda encontrarse en otros establecimientos y con el inconveniente de que sus precios tiran por lo alto.
Pero lo que lo convierte para mí en un lugar clave de avituallamiento, es que está especializado botellas en miniatura y en este ambito no le conozco rival.
Estos cacharritos siempre me han parecido odiosos y sus coleccionistas una especie inquietante (por extraño que parezca viniendo de un tipo que acumula vasitos de porcelana y posavasos sucios de bares cerrados hace lustros), pero hay que reconocer que resultan de mucha utilidad para el barman casero.



Por una parte están aquellos licores que se consumen en cantidades muy pequeñas. ¿No es triste ver como los años pasan inexorablemente por nosotros, mientras que nuestra botella de Pernod no parece acusar el paso del
tiempo a pesar de ponernos ciegos regularmente a base de Jet Pilots?.
Por otra están aquellas recetas que deseamos probar y que nos vemos obligados a dejar aparcadas porque incluyen algunos ingredientes que parecen tener un porvenir dudoso en nuestro bar o que resultan una inversión excesiva para un experimento de resultados inciertos.
Sí añadimos que está a tiro de piedra del Mauna Loa y podemos acercarnos allí a rematar la tarde, tal vez incluso osando profanar sus milenarias recetas con alguna de nuestras recientes adquisiciones, tenemos que no hay otro lugar como LICORILANDIA.
Por supuesto, yo nunca cometería semejante sacrilegio (o al menos no lo reconocería en público), pero se dice por ahí que su Dr. Funk ofrece interesantes posibilidades.

2 comentarios:

Mr. Ivan dijo...

Castaway, me llevarás?

Señor Castaway dijo...

Seguro que no es la primera vez que oyes aquello de "nada es gratis".
Te lo cambio por una visita guiada a Quilmez.