jueves, 11 de diciembre de 2008

BENIDORM

Una excursión de hace ya varias semanas me llevó a las costas alicantinas.

Somos débiles y las promesas de un par de días de hula desenfrenado, fueron más que suficientes para romper con nuestras acostumbradas migraciones hacia el sur y plantarnos en Benidorm.

No visitaba el lugar desde hace varios años. Lamentable error por mi parte, que será subsanado en el futuro.

Y es que Benidorm ofrece todo lo que el turista exigente y con criterio puede pedir a su destino vacacional. A saber, neones espectaculares, bebida y comida barata, abundantes impersonators de Elvis y sobre todo enormes dosis de exotismo Pop.

Durante los meses de verano debe tratarse de un lugar infernal, pero mediado el otoño, con pensionistas británicos como única competencia a la hora de reclamar la atención de un camarero, resulta un auténtico paraíso en la tierra.

Pero dejaremos de lado las sesiones de hula, Elvis y las excelencias gastronómicas levantinas para centrarnos en cuestiones realmente transcendentes como el importante lugar que ocupa Benidorm y su vecindad en la historia del arte falso-exótico universal.

La dimensión Tiki de Benidorm es internacionalmente conocida y apreciada desde hace años. Avezados exploradores extranjeros como Trader Woody ya visitaron y documentaron muchos lugares de la zona para asombro del mundo.

James Teitelbaum en su “Tiki Road Trip”, atlas universal sobre la materia, también le dedica buen espacio a varias localizaciones Tiki de la zona.

Así que a ellos me remito y solo comentar a modo de actualización que lamentablemente la mayoría de estos lugares se ha degradado terriblemente perdiendo cualquier posible interés.

Conserva aún cierto lustre exótico el bar karaoke Maitai con su ambiente familiar/volcánico y su colección de vasijas clásicas, aunque nunca fue estrictamente un Tiki Bar.

Tampoco lo es el Beach Bay, pero, si no se tienen demasiado prejuicios, todavía permite tomarse una cervecilla rodeado de algunos tikis interesantes, pero es imprescindible, para evitar que se nos atragante, hacerlo antes de que llegue su generalmente grimosa clientela habitual.

Pero lo anterior no significa que esté todo dicho sobre Benidorm como epicentro de actividad exótica.

La ciudad todavía oculta muchos otros tesoros.

Merece sin duda una visita el hotel Don Pancho.




Edificio de 1972 con un impresionante jardín y lobby de estilo azteca-pop.

Esta otra faceta del exótico ibérico, aunque algo menos cultivada que las formas de inspiración polinesia, siempre tuvo resultados de una tremenda espectacularidad, superándolas en la mayoría e las veces.

Pero dejaremos está cuestión para tratarla con más detenimiento en otra ocasión.

Destacar como valores añadidos del Don Pancho, su perfecto estado de conservación (ni rastro de decadencia por aquí) y el exquisito gusto de los programadores de los espectáculos de su club.

Sticky Vicky es toda una institución de la ciudad, que debe contar con franquicias o con el don de la ubicuidad, porque no parece haber lugar donde no pueda disfrutarse de su pringoso show.

Otro lugar fundamental, y que inexplicablemente aún no consta en las guías, es este mural que ocupa toda la fachada de otro de los hoteles de la ciudad.

Inspirado en obras de arte primitivo polinesio,es destacable, a parte de por su gran belleza, por su valor

como demostración de que el Pop Polinesio español fue más allá de los bares hawaianos, asunto aún poco tratado y sobre el que queda mucho por decir.

Continuará....

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